COLECCIÓN ALCOBENDAS: FOTÓGRAFO DEL MES

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Enrique Meneses
Fidel escribiendo y guajira sosteniendo una vela. Sierra Maestra. 1958.
Inyección de tinta. 38 x 57,5 cm

Fidel Castro escribe un mensaje mientras una guajira sujeta una vela, ya que en Sierra Maestra no había electricidad. Como en esta escena, Meneses nunca pedía a nadie que se colocara para hacerle una foto. Cazador de imágenes, usaba sus piernas abiertas como trípode, colocaba los codos contra el cuerpo, la cámara en el centro, sobre la nariz y apoyada en la frente, y disparaba.
Su historia en Cuba parece un guion de película de aventuras de una historia familiar. Meneses intentaba librar del matrimonio de conveniencia a una prima, bailarina del Ballet Ruso e hija del embajador de España en Costa Rica. Durmió a su madre con un somnífero, para irse juntos a París aprovechando que iba a ver qué destino le ofrecía París-Match. Después de huir por Europa, acaban en Lisboa, donde la policía le retiene hasta que un avión lleva a su prima a Costa Rica. Frustrada la escapada, sale hacia Cuba, sin ir directamente a Costa Rica, sino a su embajada en La Habana, donde pregunta por exiliados cubanos antibatistas para entrevistarles. A uno de ellos le pide llevar una carta a su prima, quien acaba por contestarle que consentía en casarse.

Pensó “qué hago en La Habana”, y comenzó a colaborar en Diario de la Marina y Bohemia. Como tomaba café con Jay Malin, jefe de Time/Life en La Habana, se enteró de los fracasos para subir a la sierra santiaguera, tomando nota de los errores que cometían. A través del exiliado antibatista, Meneses buscó un contacto, que le aconsejó embalar las cámaras, camufladas en una caja de whisky, con una cruz, y enviarlas por guagua al bar Windsor de su madre en Santiago. Meneses salió con tabaco en la boca, guayabera y bigote para parecer más local. Durante quince días le cambiaban de casa, y en una de un matrimonio solo había una cama en la que dormían el marido en el centro, la mujer a un lado y Meneses al otro. En ese despistar, le llevan a una casa, y observa que está al lado de un lugar llamado Talleres Martínez, al que vuelve. Asombrados de su perspicacia, les dijo estar harto de esperar y que dónde estaba el guía para subir a la sierra. Le dijeron que le iban a llevar esa noche a la casa de un exiliado en Miami, donde por la noche le harían una señal para recogerle. Subieron a la sierra por el camino real, construido con adoquines por los españoles en el s. XVII. En cuatro o cinco días llegó a Sierra Maestra.

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