Autorretrato vacío. Jesús González Casado

17 octubre 2019 - 11 noviembre 2019 Centro Cultural Anabel Segura

Resulta perturbador contemplar una casa deshabitada donde todo permanece intacto, tal como estaba cuando vivían sus dueños. El colchón aún guarda la forma de sus cuerpos dormidos, la disposición de los muebles dibuja sus movimientos, la decoración habla de sus gustos, de quiénes eran de puertas para adentro.

Perturba el inmutable orden de las cosas frente al desorden vocinglero de la vida. Perturba que los objetos sobrevivan a quienes los poseyeron. Pero perturba, sobre todo, comprobar cómo el espacio doméstico, antes sometido a los caprichos y necesidades de quienes allí vivían, los dibuja mejor que cualquier retrato.

Jesús González Casado ha fotografíado el hogar de sus abuelos: el salón, los baños, la cocina... Sólo algunos detalles revelan que a la casa no volverá nadie. Hay varios cuadros levemente torcidos, como esa Última Cena zozobrante sobre la psicodelia hipnótica del papel pintado. Y, en uno de los dormitorios, el tiempo ha despegado el papel de las paredes, dibujando capirotes, y convirtiendo la habitación en un paso procesional, con el cuadro de la Virgen flotando sobre los gorros.

Las imágenes, luminosas y melancólicas, transforman la memoria familiar de González Casado en la memoria de todos nosotros. Resulta imposible no reconocer el IKEA de entonces, la uniforme decoración hogareña de la época: las cazuelas esmaltadas, los tapetes de ganchillo, las imágenes religiosas, el sofá de skay, los cables que ascendían por las paredes como plantas trepadoras… Pero las fotografías van mas allá de la nostalgia. Lo que parece una sucesión de hermosas naturalezas muertas describe vívidamente una forma de estar y de ser. Es fascinante contemplar cómo lo que no tiene voz habla con tanta elocuencia, igual que un preciso molde vacío.
Cuando usted vuelva hoy a casa, quizá mire de otra manera el hogar al que entra, los objetos que le esperan, el orden de las cosas. (Nuria Barrios)