Etapas de la vida. Indiana Forti

Etapas de la vida. Indiana Forti

Cada etapa de la vida supone cambio, acomodación y asimilación ante las diferentes circunstancias. Infancia, adolescencia y vejez son, quizás, las más movilizantes, donde la reorganización del yo es vital para la identidad propia y compartida, mientras que en la adultez se vislumbra estabilización y habituación de la vida que se quiere vivir.

Se abordan las etapas, no como renuncias y dramas, sino como un continuo de transiciones que, cuales barcas, navegan aguas tranquilas, trepidantes, tormentosas o enlodadas.
En la infancia, cuerpo y alma con voluntad e iniciativa necesitan sentirse un nuevo ser. Con inocencia, el cúmulo de novedades busca autonomía, juega, se desarrolla física y psíquicamente, cimentando autoconcepto y autoestima.

Asoma la adolescencia. La persona se identifica y confunde al unísono con su propia identidad. Conviven multitudes y aislamiento, aceptación y rechazo, valentía y vergüenza. El yo prestado de la infancia ya no sirve. En este torbellino de transformaciones, el niño que ya no existe, y el adulto que tampoco, tiene que reconstruirse, independizarse y descubrir quién quiere ser.

Con la madurez aparece el sosiego de una vida más o menos estable y, en la vejez, llega la contemplación: espanto o sabiduría; la propia vida como un todo significativo, y la persona, producto de su biografía. El progreso espiritual continúa e integra emociones y experiencias, errores y aprendizajes. El anciano se ubica en la plenitud o la desesperación según quién cree que ha sido.

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