RÉQUIEM (SEGUNDO MOVIMIENTO). JESÚS MANSÉ

RÉQUIEM (SEGUNDO MOVIMIENTO). JESÚS MANSÉ

30 mayo 2018 - 27 junio 2018 Centro Cultural Anabel Segura

Caminar el paisaje es dibujarlo previamente con los pies. Y es, así mismo, el primer esbozo, la primera mancha de color, el fundamento que dirigirá luego -con mayor o menor fortuna- su ejecución sobre el lienzo. Pintar un paisaje es, antes de nada, el acto de aprehender su espacio natural con el desplazamiento, con la presencia física: el gesto necesario de reconocer previamente su identidad antes de representarla.

Para el paisajista, un paisaje no es menos que un modelo de carne y hueso para un retratista. La relación con el terreno se convierte en un intercambio primordial, una correspondencia, sin la cual sería imposible lograr un mínimo de veracidad en la interpretación. Es entenderlo en cada pisada, en cada resbaladura, en cada parada, en los ascensos y descensos, en las equivocaciones en la ruta, en la fatiga, en los pequeños descubrimientos en algún punto del recorrido, en las grandes panorámicas.

De este modo, el pintor se convierte en un receptáculo de información: un captor de datos visibles e invisibles. Pintar no se limita a mirar y reproducir. Se necesita, por ejemplo, utilizar los sonidos del paisaje, su acústica, su ritmo, para elegir la pincelada; se necesita mezclar en la paleta, además de los colores, los olores de cada elemento; se necesita, en definitiva, el compromiso de entrar espiritualmente en el cuadro, y aposentarse en él hasta ser un elemento de pleno derecho en el mismo.

Pintar, por tanto, es no detener el recorrido. Es hacer, del tránsito, la meta. Igual que se aleja el horizonte al aproximarnos a él, guardando siempre la misma distancia, así es la interpretación del paisaje: la decisión consciente de no llegar nunca a donde ya estamos y, sin embargo, no cejar en el intento.

Los cuadros de esta exposición son, en su inmensa mayoría, el fruto de muchos recorridos por el litoral cantábrico y atlántico. Su título –Réquiem- obedece, sobre todo, al carácter crepuscular de la propia obra, y a una musicalidad interna que invita a la calma. Los paisajes de esta muestra tienen la mirada enfocada en el modo en que los pintores románticos del s. XIX se acercaban a la naturaleza, a lo sublime, a lo trascendente. Por momentos, mantienen el mismo pulso, la misma voz. Réquiem es descanso, y es reposo. Es un alto, consciente, en el camino y, en este, la contemplación callada del escenario, pero nunca como final de trayecto, sino como punto de inflexión para saber que el paisaje nunca se detiene, y que es posible seguir caminando con este indefinidamente. Jesús María Cormán

DÍPTICO DE LA EXPOSICIÓN